En diferentes partes del mundo estamos siendo testigos de la lucha por extinguir viejos esquemas de equilibrio de fuerzas entre los diferentes sectores de la sociedad. El esquema que se quiere abolir es el de la era industrial, en que el sistema educativo funcionaba como una maquila de trabajadores formados para ciertas necesidades del mercado. Algunos de estos trabajadores tenían títulos de técnicos, y otros de profesionistas (grado de licenciatura). Una cantidad menor supuestamente más capacitada eran posgraduados (Maestría y Doctorado). La maquila del sistema educativo se dejó crecer mientras se consideró útil a los mismos grupos que lo planearon, y a los individuos que surgieron de ella se les ubicó en una zona de confort conveniente: se les permitió luchar por mejores salarios, y se les concedieron prestaciones como seguridad social y vivienda. Buena parte de ellos hasta llegó a sentirse privilegiado, consentido del Estado. Todos estos beneficios, claro está, se financiaron con una parte de la riqueza que los individuos favorecidos generaron con su trabajo. Tan bien se diseñó todo por parte de los grupos de control, que la mayoría de los individuos llegó a considerar que lo mejor era trabajar para otro, y que ese otro le pagara lo suficiente para cubrir sus necesidades hasta cierto punto, renunciándo a independizarse, olvidándose de trabajar en beneficio de sí mismo. La era industrial llegó terminó, y con este final las necesidades del mercado cambiaron. Más el modelo educativo que se diseñó para la era industrial, todavía sigue operando, sigue maquilando individuos capacitados para funciones que, o ya no se requieren, o tienen cada vez menos demanda.
Derivado del fin de la era industrial, muchos jóvenes que están egresando de carreras universitarias y posgrados están quedando a la deriva; habiendo invertido unas dos décadas a estudiar, de pronto se encuentran, con frustanción, con que la mayoría de ellos no tendrá un empleador, y la mayoría de los que lo tengan, estará empleado en algo distinto a aquello para lo que se supone se le formó en las aulas y laboratorios. Además, sus ingresos quedarán por debajo de las espectativas que tuvieron al empezar sus estudios superiores. Esas espectativas por cierto, fueron alentadas por los padres, la mayoría de los cuales no se dió por enterado de que el plan de éxito que a ellos les pudo haber funcionado perdió vigencia. Esas espectativas también fueron alimentadas por el mismo sistema educativo (y quienes lo planean), ese monstruo que sigue maquilando recursos humanos que ya no encuadran en las necesidades actuales de la era de la información. Asemeja en mucho el sistema educativo a aquella escuela en donde se enseñaba a cazar dragones, aunque los profesores sabían que los dragones no existen.
Derivado del fin de la era industrial, muchos jóvenes que están egresando de carreras universitarias y posgrados están quedando a la deriva; habiendo invertido unas dos décadas a estudiar, de pronto se encuentran, con frustanción, con que la mayoría de ellos no tendrá un empleador, y la mayoría de los que lo tengan, estará empleado en algo distinto a aquello para lo que se supone se le formó en las aulas y laboratorios. Además, sus ingresos quedarán por debajo de las espectativas que tuvieron al empezar sus estudios superiores. Esas espectativas por cierto, fueron alentadas por los padres, la mayoría de los cuales no se dió por enterado de que el plan de éxito que a ellos les pudo haber funcionado perdió vigencia. Esas espectativas también fueron alimentadas por el mismo sistema educativo (y quienes lo planean), ese monstruo que sigue maquilando recursos humanos que ya no encuadran en las necesidades actuales de la era de la información. Asemeja en mucho el sistema educativo a aquella escuela en donde se enseñaba a cazar dragones, aunque los profesores sabían que los dragones no existen.
Comenzaba diciendo que estamos siendo testigos de la lucha de los gobiernos por desaparecer los esquemas de equilibrio de fuerzas entre los diferentes sectores de la sociedad. La forma en que se quiere desaparecer es mediante el avasallamiento de un sector (el que controla la economía) sobre el otro (la clase trabajadora constituida por los empleados de todo tipo). Este proceso está resultando problemático porque el sistema educativo que los mismos grupos que controlan la economía (y por lo tanto la política) implementaron, sigue operando, y al seguir operando, sigue maquilando empleados (o individuos que quieren serlo) a los que ya no se les quiere dar empleo. Aquí aparece la contradicción obvia que muchas veces se pasa por alto: no se dió aviso a tiempo de la transición. El sistema educativo debió haberse modificado a tiempo para no haber llegado a la situación presente. Quienes diseñan la sociedad, esos grupos, debieron haber dado un viraje desde hace años, y hacer ver los cambios que ya llegaron, y los que vienen en camino. Así, los jóvenes que están en edad de iniciar una profesión tendrían un panorama realista de la utilidad de invertir algunos años obteniendo grados académicos o no hacerlo y mejor invertir su tiempo en irse labrando un futuro aprovechando las tendencias actuales.
La resistencia al cambio es consecuencia de la ignorancia de lo que está sucediendo. Y tal vez esta ignorancia también es parte del diseño de quienes ostentan el control de la sociedad, para que solo unos cuantos tomen ventaja de conocer el rumbo en que se mueve el nuevo orden mundial, y que las mayorías queden más desprotegidos de las minorías, quedando, por tanto más susceptibles de ser utilizados a conveniencia.
La resistencia al cambio es consecuencia de la ignorancia de lo que está sucediendo. Y tal vez esta ignorancia también es parte del diseño de quienes ostentan el control de la sociedad, para que solo unos cuantos tomen ventaja de conocer el rumbo en que se mueve el nuevo orden mundial, y que las mayorías queden más desprotegidos de las minorías, quedando, por tanto más susceptibles de ser utilizados a conveniencia.